martes, 31 de octubre de 2006

Las Adrianitas


Niñas de la Fe rodeadas por viejas tumbas y enclavadas en uno de los patios más antiguos del cementerio de Copiapó, se encuentran las llamadas “Adrianitas” que con el correr de los tiempos se han transformado en una especie de “Milagreras locales”.


Cubiertas de lápidas de agradecimientos, patentes e inscripciones, en las que se puede leer la frase “Gracias por el favor concedido”, las Adrianitas son consideradas ahora “niñas de la fe”, mientras que en vida fueron “niñas de la noche”.
Existen varias versiones de cómo se transformaron en signo de milagros para la región. Hay quienes dicen que se trataba de dos prostitutas que trabajaban en los burdeles de la ciudad, durante el auge de la minería del oro en Copiapó en los inicios del siglo pasado. Murieron de forma trágica durante una noche de jerga en la ciudad y de ahí adquirieron el poder de realizar milagros, prim
ero entre las mismas “niñas y niños de la noche” y después entre todas las personas que tuvieran fe en ellas.
Lo cierto es que según registros del cementerio de Copiapó, el 15 de agosto de 1936 fue sepultada Adriana Quiroga y más tarde, en octubre de ese mismo año, fue sepultada a su lado Adriana Álvarez. Al contrario de lo que se piensa no son dos las “Adrianitas”, si no tres ya que el 12 de agosto de 1935, fue sepultada en el mismo lugar, Adriana Labraña.
Adriana Quiroga y Adriana Álvarez trabajaron juntas en el comercio sexual de Copiapó y cuentan que ambas eran las más cotizadas en la zona por su extraordinaria belleza. Incluso se dice que los personajes de la alta sociedad copiapina no pudieron resistirse a sus enc
antos.
Aún está en duda la versión sobre sus trágicas muertes, hay quienes aseguran que fue la peste de hepatitis de los años 30 lo que las llevó a su último aposento, mientras otros dicen que fueron asesinadas por una celosa y acaudalada mujer de la alta sociedad copiapina que vio en ellas una amenaza para la “moral” de su esposo. Ahora ellas están rodeadas de velas y llenas del incondicional apoyo de la sociedad copiapina, apoyo que sin duda les hizo falta mientras eran las más importantes “trabajadoras de la noche” de Copiapó a principios del siglo XX.
Santas, Milagrosas, Bondadosas y Veneradas, las “




Adrianitas” se han ganado un sitial en la historia mítica y de leyenda de Atacama... Un sitial que no piensan abandonar.



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El texto no es mío. No es mi intención pasar por alto derechos de autor, pero lo cierto es que tengo este texto desde hace mucho y no recuerdo cómo o dónde lo obtuve, mas pensé que era importante compartirlo en pro del patrimonio histórico y cultural de nuestra zona. Lo más probable es que sea un reportaje de algún diario local.
Si alguien conoce su autoría o si el autor mismo siente que se está pasando por alto su derecho, agradecería un correo electrónico a alfathir@gmail.com.
PD: (25/07/07) Luego de unos cuantos meses de publicado este artículo, le di el link del blog a otro bloggero local, Omar Orellana, y resultó ser que el texto había sido de su autoría. Investigación realizada para la sección regional de un portal de Internet.
Omar, gracias por permitirme mantenerlo aquí, ojalá publiques luego las leyendas regionales que me dijiste que tenías.

martes, 24 de octubre de 2006

Animales Domésticos

Crimen y Confesión: hace unas semanas, sacando tierra del patio para poner en el antejardín, encontré semienterrada una crisálida café brillante que sólo movía la colita cuando la tocaba. Recuerdo que cuando chico también había desenterrado una y siempre quedé con la duda de si era una especie de araña o de mariposa u otro insecto, así que esta vez la guardé en una cajita de madera y esperé. Siempre la estaba mirando hasta que dejé pasar alrededor de tres días en que no lo hice… la pobre nació, se trataba de una polilla de más o menos un centímetro y medio. Había revoloteado por dentro de la caja esparciendo sus argentinas escamas pero su esfuerzo vano debió consumirla sin que jamás volviera a ver la luz en su nueva forma alada. Un verdadero crimen, lo sé. Privar de la libertad a quien no lo merece y aun más, a quien luchó por sus alas.


Conversación Fallida: ayer sobre el estuche de mi violín, dentro de la pieza, una lagartija me miraba atenta desde el otro lado de mi cama. Me acerqué de a poco y le expliqué, en inglés y español para asegurarme de que me entendiera, que no se asustara pero que la tomaría para sacarla afuera porque no consideraba que mi pieza fuese un lugar seguro para ella (sobre todo con el cargo de consciencia de mi asesinato anterior). Creo que era francesa, o rusa, pues creo que no me entendió una palabra y de todas formas huyó. Se metió en un cajón del ropero y preferí dejarla, no fuera que la aplastaba y tendría que cargar con otra muerte en mi consciencia. Como sea, pensé, hay harta araña de rincón en mi pieza así que supongo que podríamos desarrollar una buena relación simbiótica.

Estupidez: desde siempre ha habido en el patio de mi casa unos capullos de insecto hechos con una especie de seda. Son como unos pequeños cigarros más anchos en un extremo que cuelgan generalmente de una acacia o en sus alrededores. Tampoco supe nunca qué animalito salía de ellos, así que me traje uno a mi pieza. Pensé que sería genial ver nacer una mariposa nocturna, como cuando era chico y en mi habitación cuidé crisálidas de Monarca hasta que nacieron. Esta vez tuve el tino de no guardar a este potencial ser alado en una caja cerrada y sólo lo dejé sobre un mueble, pues su envoltura es lo suficientemente dura como para protegerlo. Anoche cuando llegué me iba a acostar, ya me había quitado los zapatos cuando oí que algo zumbaba... lo imaginé de inmediato. Ahí, entre desodorantes, cremas y cotones aleteaba una polilla peludita y café tratando de ejercitar las alas para su primer vuelo. Me recordó un mamífero, era realmente muy bonita y no tan común como la que nació de la crisálida bajo la tierra. La tomé y la llevé afuera en la oscuridad. Sentía que no se quería desprender de mis dedos pero al final lo logré. Entré a la casa satisfecho y cuando ya me fui a desvestir... uchs... creo que a lo mejor me consideró algo parecido a una madre por cuidarla mientras crecía y pues se había regresado a mí en la oscuridad del patio y se había quedado suspendida en un costado de mi pie... No estaba muerta, pero la había apretado un poco. La dejé dormir sobre mi velador, pero esta mañana siguió en mal estado. Siento no poder hacer mucho por ella.



viernes, 13 de octubre de 2006

"Paseo..."

Santiago, abril de 2004.-


A eso de la una y treinta de la tarde quedé de juntarme en el metro Sta. Lucía con un par de amigos de Internet a quienes nunca había visto y con y mi amiga Ana María. Falta media hora para la cita y después de recorrer desde la Católica hasta Cienfuegos y de regreso por la Alameda, me he sentado a descansar en una plazoleta junto al cerro Santa Lucía. A descansar mis pies cansados, claro, pero más que eso a intentar descansar por un momento mi mente y mi espíritu intranquilos.
Miro hacia arriba y tras los árboles en tonalidades rojas, verdes y amarillentas distingo las torres más elevadas del Cerro. Ese oasis en la jungla de cemento me ha atraído desde el día en que apenas lo divisé por primera vez cuando pasaba en un taxi.
En el banco de al lado, un hombre moreno y enjuto hace ademanes mientras le cuenta a un compañero invisible que él es carabinero, al tiempo que carga su arma, también etérea. Momentos después enumera algunos de los requisitos para pertenecer a dicha institución. Pienso en ese momento que quizás me aceptarían: mido más de un metro y sesenta centímetros, y soy soltero y chileno…
Pero lo que da vueltas en mi cabeza desde que salí a caminar y desde que llegué en esta oportunidad a la capital, no es lo que diga o no un tipo medio loco; lo que me intriga es el por qué de todo esto, de esta ciudad terriblemente siniestra para la vida, y de su gente, acaso la mayoría medio muerta.
Una bandada de palomas sin miedo pasa sobre mi cabeza y me recuerda un escuadrón de aviones de guerra. En fin, las palomas parecen vivir para comer, los humanos, entre otras muchas cosas sin valor real, parecen haber olvidado incluso eso. No digo que esto ocurra sólo aquí, pero entre el bullicio y el smog que apenas y deja el oxígeno justo para subsistir medio atontado, me parece que en mi seco y soleado Copiapó tengo algo de la calma necesaria para nutrirme.
Con razón acá todos parecen vivir sin mucho sentido; de tanto correr de un lado a otro, de tanto concreto y ladrillo, y de tanta bulla y hediondez de microbuses y de gente, se olvidaron de comer y se murieron todos de hambre…